El electrón, comúnmente representado por el símbolo e−, es una partícula subatómica con una carga eléctrica elemental negativa. Los antiguos griegos se percataron que el ámbar atraía pequeños objetos cuando se le frotaba contra el pelaje. Junto con el rayo, este fenómeno es una de las primeras experiencias conocidas de los humanos con la electricidad. Tanto las palabras eléctrico como electricidad derivan del latín «electrum», que a su vez proviene de la palabra griega que significa ámbar. El nombre electrón para esta carga fue introducido en 1894 por el físico irlandés George Johnstone Stoney. Sin embargo, el electrón no fue identificado como una partícula hasta 1897 por Joseph John Thomson y su equipo de físicos británicos.
Su antipartícula es denominada positrón: es idéntica excepto por el hecho de que tiene cargas de signo opuesto. Cuando un electrón colisiona con un positrón, las dos partículas pueden resultar totalmente aniquiladas y producir fotones de rayos gamma.
En muchos fenómenos físicos los electrones tienen un papel esencial como la electricidad, el magnetismo o la conductividad térmica. Un electrón en movimiento genera un campo electromagnético y es a su vez desviado por los campos electromagnéticos externos. Cuando se acelera un electrón, puede absorber o irradiar energía en forma de fotones. Los electrones tienen muchas aplicaciones, entre ellas la electrónica, la soldadura, los tubos de rayos catódicos, los microscopios electrónicos, la radioterapia, los láseres, los detectores de ionización gaseosa y los aceleradores de partículas.
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